domingo, 18 de septiembre de 2011

Anomalías

Mi familia es -en muchos aspectos- extraña...

He regresado de uno de los varios viajes que he hecho durante este año, mi regreso pasó desapercibido. Abriendo la puerta cerca de las seis de la mañana, nadie estaba ahí para recibirme... Bueno, no conscientemente, porque aún dormidos o recién levantados todos me dieron una bienvenida que, confieso no esperaba, tampoco me sorprendió en lo absoluto.

Mi relación con cada individuo es completamente diferente, en esta casa convivimos cinco personas y cada una me saludó de una manera única, reflejando un poco de su personalidad, decidí hacer esto de manera aleatoria, sin nombres, para que cada lector decida qué integrante de mi familia interpretará a cada personaje:

Subiendo escaleras, prendiendo la luz con miedo a perturbar sueños, decido acercarme y con un murmullo suave anunciando mi llegada, el único gesto que recibí a cambio fue un apenas audible "¿Cómo te fue?" seguido por un inexpresivo "Qué bueno" para finalizar con un leve ronquido que me hizo pensar que las respuestas fueron automáticas y que nada recordaría al despertar.

Justo después de abrir la puerta y darme cuenta de que nadie estaba esperando mi llegada, decidí revisar cosas pendientes en la computadora, leyendo publicaciones atrasadas, poniéndome al corriente de lo ocurrido en esta semana que estuve ausente. Al terminar, decidí que una última visita al baño sería lo oportuno. En ese momento, escuchando pasos en la casa, decidí apurarme, en caso de que la persona apenas consciente necesitará entrar. Subí despacio, adormilado por el viaje, hambriento por el tiempo,  cansado por la hora, nostálgico por todo lo que había pasado. Una grata sorpresa al escuchar en mi ascenso una lista de groserías muy ensayadas, siendo la única persona escuchando eso, tenían que ser -forzosamente- para mí.

Lo siguiente que recuerdo fue una alarma, ¿Alarmas a las siete de la mañana? Hay dos comportamientos que no entiendo en las personas: Alarmas en días y horas en las que jamás se despertarían y que después de escucharlas y despertar, las aplacen o apaguen. Despacio caminando con cautela, decidí avisar a la persona propietaria de la alarma que tal vez tenía un compromiso importante, sin esperar si quiera a despertar adecuadamente, recibí como respuesta una leve mirada seguida por un "¡Osh, tú!".

Con unas inmensas ganas de olvidarlo todo, decidí no reclamar mi lugar para dormir, a cambio, intenté hacerme de un espacio en otro lado. Sintiendo todo el movimiento que estaba provocando, era de esperarse que alguien terminara por despertar. Apostando por la última oportunidad de recibir un saludo confortante escuché pequeños gruñidos, intentos bobos por moverse por propia cuenta y las últimas palabras que escucharía antes de dormir: "Quique, no quiero estar contigo, vete por favor"

Mi familia es -en muchos aspectos- extraña, tienen maneras poco comunes de demostrar que te quieren -suponiendo que eso querían que notara con tal bienvenida-. Con poco menos de una hora en casa, no sabía si dormir, pensar en todo lo que había escuchado o salir y tratar de empezar de nuevo...

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